Tu corazón estaba
de mudanza, pero aún así me invitaste a entrar…
Supe que
jamás saldría de allí, era tarde y ya no escuchaba mis pasos.
Fui una presa
fácil, un Ulises sordo ante su destino…
¿A dónde
piensas ir? ¡Vayamos al altar de los sacrificios!
Mientras
reías me abriste en canal, con esa risa funesta de los que no piensan volver.
Tus cabellos
se movían al compás de mi agonía perfumando mi cadalso.
Todavía
puedo escuchar las trompetas que anunciaron mi condena.
El futuro ya
no existía y el presente derramaba sus últimos besos…
En el silencio
de mi celda aún escucho tu voz helada.
Terminaste
la mudanza y ahora tu corazón está vacío…
Pero a mí me
olvidaste dentro…
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