martes, 20 de abril de 2010

Sobre volcanes, aviones y orgullos














Un pequeño cráter islandés despertó...
Como una de esas promesas añejas que reclaman ser satisfechas.
Europa, altiva y frívola, ya la había olvidado...
Al mismo tiempo que el humo asciende a los cielos, nuestros humos descienden al suelo.
Adiós Kyoto. Bienvenida la incertidumbre...
Ni las cenizas de Auschwitz consiguieron paralizar al mundo.
Tampoco las de Hiroshima.
Ni siquiera las de las Torres Gemelas...
Los muertos no nos pesan...
Ha tenido que ser un pequeño cráter islandés el que ponga de rodillas nuestro orgullo.
Y ahora, como esas niñas preguntonas, una duda nos tira de los pantalones...
Si este cráter es pequeño... ¿Qué no hará uno grande?
De momento tendremos que abrigarnos.