jueves, 31 de diciembre de 2009

Sobre los meses futuros...



De nuevo doce alfileres menos para sujetarnos en el abismo.

Si pudiéramos elegir nos quedaríamos quietos...

Pero no podemos elegir.
A pesar de sabernos el texto de memoria, volveremos a errar en el mismo párrafo.

Continuaremos creyendo en los bienintencionados con intenciones.

Nuestro cuerpo se arrastrará cada mañana rumbo al embrutecimiento con nómina.

Nuestra alma se quedará esperando...

La sangre inocente seguirá goteando en el grifo roto de la conciencia.

Serán los mismos.
Tambíén reirán los mismos...

Las bocas secas, secas continuarán.

A los invisibles nadie querrá verlos.

Morirán aquellos que no deberían morir...

Los estafadores revisarán sus tretas.

Los estafados compraremos a plazos.

Pagaremos a los que nunca pagan.

El aire tendrá un poco menos de aire.

Lo verde menos verde.

No todo será malo.

Casi nada será bueno.

Sólo se trata de un nuevo año..., otro más.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Sobre sensaciones de un desastre...




Sabes que algo va mal…

Has logrado tu ascenso, llevas ropa de marca y un garaje te espera.

Pero en cualquier momento pueden alcanzarte esas voces gélidas de la medianoche.

Una curva a destiempo, varias células defectuosas, una daga pendenciera… El infierno tiene las paredes blancas.

Caminas sobre los cadáveres de millones de idiotas que, como tú, un día creyeron ser importantes…

De todos los egipcios que hubo, sólo se recuerda a un puñado de reyes…

Intuyes que todo es en vano…

Se nos ha castigado con el maldito don de la consciencia.

Y ella nos recuerda lo solos que estamos, lo ridículo de nuestra lucha.

Veremos a nuestros padres morir, a nuestros hijos crecer y a nuestro cuerpo pudrirse.

Y seremos parte del camino donde otros pasarán creyendo ser importantes.

¿Para qué resistirse?

Once veces más pequeños que Júpiter.

Júpiter no es nada...

Y tuvimos que descubrirlo…

Algo va mal. Si aún no lo sabías, espero que puedas perdonarme.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Sobre la Nochebuena...




La tarde del 24 de diciembre se presentaba muy ajetreada en el hospital. Todo el mundo parecía tener prisa; todos menos los que inexorablemente tendrían que hacer guardia esa Nochebuena...

Ana también quería marcharse pronto a casa. Sus prisas no eran por llegar a tiempo a la cena familiar —hacía mucho que ella ya no acudía a este tipo de celebraciones—, sino que estaban motivadas por su aversión a los hospitales. Había venido a visitar a un compañero de trabajo al que habían operado del corazón; demasiados kilos y una vida tras un mostrador habían llevado al bueno de Ramón Fraile directo a urgencias. Al preguntar por él le indicaron que pasara directamente a la habitación 211.

Nada mas llegar a la puerta, hizo lo que suele hacerse en estos casos... tocar y esperar. Al ver que nadie respondía se decidió a entrar. La estancia se hallaba en penumbras, así que avanzó hacia la cama llamando a Ramón por su nombre...

—¿Ramón?

— ¡Entra hija!

La voz no parecía la de su amigo, pero aún así Ana se dirigió a la cama...

—Hija mía, ¡qué alegría verte! Sabía que no dejarías a tu padre solo en este día—. La voz de un anciano se dejó oír, esta vez muy claramente.

Evidentemente el hombre se había equivocado de persona. Ana no conocía a este señor, y de repente, sin saber muy bien el porqué, sus labios respondieron:

—Papá, soy yo. Claro que he venido a verte... ¿Cómo puedes pensar que no lo haría?

—Ya lo sé mi niña, ya lo sé. Siempre fuiste muy buena, mamá te crió como nadie... ¡Pobrecita mamá!

Ana se sentó en la cama junto al hombre. El señor tenía un rostro entrañable... ¿Sabría que ella no era su añorada hija?

—Cuéntame hija... ¿Cómo te va todo?

—Muy bien papá... ¿Sabes? Hoy me han confirmado que a partir del año que viene ocuparé un puesto mucho mejor.

En su fuero interno Ana intuía que el anciano tenía ya que haberse dado cuenta de su error, pero como él no dijo nada, ella tampoco quiso romper la baraja... Al fin y al cabo ésta era una comedia bastante inocente entre dos personas adultas.

Nadie la esperaba en su casa desde que se separara de su marido. Tampoco tenía familia, y la que tenía no la iba a echar en falta. Así que Ana decidió volcarse en el juego. Se imaginó hablando con su verdadero padre, aquél que tanto la maltrató en su infancia y que posteriormente las abandonó, a ella y a su madre, cuando apenas había cumplido los 11 años. Notó como su odio reverencial iba desapareciendo, diluyéndose con cada palabra que pronunciaba frente a aquél pobre hombre.

Las horas fueron pasando. Comieron, rieron, se contaron confidencias y finalmente el viejo se quedó dormido junto a ella...

Fue la mejor Nochebuena en la vida de Ana.

martes, 15 de diciembre de 2009

Sobre amores, cuchillos y géneros...



Durante tres años soportó gritos, amenazas y golpes. El Pepito Grillo de los celos dictaba las leyes en la república independiente de su casa.

La cosa nunca fue a mejor...

Un día la ilusión se asomó en otro cuerpo y en otra cara. El miedo se transformó en pánico, pero aún así decidió volver a sentir.

El fin estaba cerca, el copyright del amor había caducado.

No pudo ser... A pocos metros de la casa paterna a la que había tenido que volver, le aguardaba un demonio despechado.

La primera puñalada fue en el cuello..., algo normal viniendo de una vampiro.

La segunda le rajó el estómago. El odio saca fuerzas hasta en los brazos más débiles.

Una vez cumplida su esquizofrénica misión, tiró el cuchillo y se arrojó entre lágrimas al cadáver de su ya ex-marido.

Así la encontraron los agentes de policía. Uno de ellos, al ver la estampa, dijo burlonamente: 'éste no saldrá en las noticias... es lo que le pasa a las víctimas de la violencia de génera'.