Los defensores de las corridas de toros dan varias razones para convencer al resto del mundo de las bondades de la 'Fiesta Nacional'. Voy a intentar desmontar las más socorridas...
1-
El toro bravo no existiría sin las corridas.Éste es uno de los argumentos preferidos a la hora de dar matarile a los toros. Al principio suele colar, pero si se piensa bien no tiene mucho sentido... La razón es bien simple: a un toro se la pela si su especie, como tal, sigue perdurando en siglos venideros. Es decir, los toros (y el resto de animales) no tienen consciencia de pertenecer a una raza ni especie concreta, ni pueden sentir pena si esa raza desaparece. Ninguna especie extinta ha sentido lástima por el hecho de desaparecer... En ningún momento el último de los dodó supo que con él, su árbol genealógico se iba al carajo. Es el hombre al que le preocupan esos temas.
Además, se da la circunstancia de que este animal ya existía muchos siglos antes de las primeras corridas de toros; o sea, que no fue precisamente el hombre el creador de esta raza (aunque sí de la mezcla de ejemplares para mejorarla). Una especie necesita millones de años para evolucionar, y si el toro hoy día es inviable en libertad es precisamente por culpa del hombre, que todo lo cuantifica en dinero y arrasaría con las dehesas si no le fueran útiles. Esgrimir que, gracias a la fiesta, estos ejemplares aún siguen existiendo es ser un cínico y un perdonavidas al que ningún torito va a agradecer el detalle. Aún así ya se buscarían alternativas para que los astados no desaparecieran por si algún alma sensible lamenta un futuro tauricidio.
2-
Las corridas de toros generan empleo.Evidentemente..., ¡y hace 200 años el comercio de esclavos también lo generaba! (excepto para los propios esclavos que curraban sin paga alguna). Hoy día hay muchas cosas repugnantes que generan empleo: la prostitución, el tráfico de drogas, el terrorismo... Y no hablo de los que se dedican a tales menesteres, sino también de los que trabajan para evitar que la cosa vaya a más (policias, trabajadores sociales, escoltas...).
Antiguamente (y no tan antiguamente) existían oficios y trabajos que han ido desaparciendo por mor de los tiempos. Estos trabajadores se iban reciclando o aparecían nuevas actividades que sustituían a las anteriores... Los ejemplos son múltiples: balleneros, escribas, fabricantes de máquinas de escribir... e incluso respostadores de gasolina y operadores de cine (esto último es una especie de broma). Definitivamente el argumento del empleo es muy débil, aunque, tal y como están las cosas, convence a ciertos políticos.
3-
El toro no sufre en la plaza. Otro de los 'imprescindibles' en el discurso de cualquier taurino que se precie. Casualmente para ellos, también se decían cosas parecidas cuando la esclavitud era legal... "a los negros no les pesa trabajar de sol a sol durante horas".
Es bien sabido que los humanos somos especialistas en buscar justificación a lo injustificable. Los esclavistas daban la suya, los nazis igual, el musulman que lapida a una mujer también cree hacer lo correcto, e incluso los violadores y pederastas seguro que se consideran a sí mismos unos amantes incomprendidos... Si me apuran, cualquiera de nosotros se justifica a diario de cosas que en el fondo sabemos que no tienen defensa alguna. No hay que ir muy lejos, aquí en Internet podemos encontrar todo tipo de teorías, elucubraciones y argumentos para casi cualquier cosa... Éste humilde blog es una buena prueba de ello.
Pero la realidad es terca y lo más probable sea que al toro le duelan los puyazos, las banderillas y las estocadas. Que le duelan a rabiar, aunque su fortaleza les haga seguir luchando. Yo he visto algunos toros en el campo y he observado que se quitan las moscas con el rabo... Si sienten una mosca en el lomo, deben sentir el acero de una espada ¿No?
4-
Los toros representan a España y son parte de nuestra identidad cultural.¡Ahí queda eso! No sé los demás, pero yo prefiero que conozcan más a España por sus Premios Nobel (pocos), por sus servicios sociales (cada vez menos), por sus monumentos (algunos se caen), por sus playas (el Prestige dio la vuelta al mundo)..., que por la 'Fiesta Nacional'. Deberíamos aceptar el paso del tiempo, y comprender que —igual que ya no se adoran a dioses romanos, ni se ara con bueyes— a los toros se les ha pasado su tiempo, o al menos cada vez les queda menos (aún hay muchos aficionados, eso hay que reconocerlo).
5- Hay otros problemas más graves, incluso en lo que concierne a los derechos animales.
Pues sí, aquí tienen razón los taurinos. Existe hambre, guerras, contaminación, paro, corrupción... Millones de animales mueren de forma miserable en granjas infectas, se degrada el medio ambiente. El toro, mientras tanto, vive cuatro o cinco años felices en las dehesas; aunque —eso sí— después muere de forma humillante solamente para divertir a unos cuantos. Por todo ello, cuando en mi casa tenga goteras, dejaré la avería tal cual... Seguro que en África me aplaudirán el gesto.
6-
Los toros es un arte.Bueno, eso lo decimos aquí en España. Imagino que en otros lugares no estarán tan de acuerdo. Reflexionar sobre lo que es arte y no lo es ha traído de cabeza a cerebros mucho más capacitados que el mío para estos temas. Yo sólo me permito apuntar que, en el sentido estricto, casi cualquier actividad más o menos estética en la que se pueda mejorar con algo de técnica y grandes dosis de paciencia, es susceptible de ser considerada arte. Por ejemplo, la mayoría de los deportes; o incluso casi todas las tareas que necesiten de habilidad manual... Si me apuran hasta jugar a los bolos podría ser un arte. Todo consiste en buscarle la estética a los movimientos, a las repeticiones, hasta alcanzar la máxima perfección en lo que se hace.
Lamentablemente para la gran mayoría de gente entendida en asuntos artísticos, un arte también tiene que tener (además de la estética) un complemento emotivo (los toros sí es cierto que lo tienen, aunque algo sádico) e (aquí la gran pega) iluminador. Es decir, que quien contemple esa obra o esa acción, acceda a una realidad que antes desconocía y que el artista le revela. Habrá quien argumente que los toros poseen ese factor, pero yo tengo mis dudas. Además, incluso los mismos aficionados reconocerán que ver arte en una plaza es una cuestión de suerte, y que te puedes pasar meses y meses sin catar las 'esencias del toreo'. Afortunadamente, el resto de los mortales podemos saborear arte sin sufrir decepciones... sólo tenemos que ir a un museo, escuchar a Leonard Cohen o leer un libro de Dostoievski.