lunes, 25 de marzo de 2013

Sobre alemanes, mariscales y traidores...

            

Desde hace 100 años, Alemania quiere conquistar Europa. Lo intentó en 1914 y fracasó; volvió a intentarlo de nuevo en 1939 y salió, una vez más, trasquilada. Dos varapalos seguidos no le quitaron las ganas de tomarse la revancha, dejaron pasar el tiempo y desde hace unos años se puso, de nuevo, manos a la obra; pero esta vez los métodos tenían que ser ser un tanto más sutiles...

Para ello debían contar con aliados, gentuza sin escrúpulos a los que no les importase vender su patria a cambio de desconocidas contraprestaciones. Ya en la 2ª Guerra Mundial ensayaron con este tipo de personajes. En Italia tuvieron a Mussolini, en Japón a Hirohito... Y en España a Paquito.

Uno de los colaboracionistas alemanes más vilipendiados por la historia fue el Mariscal Petain, el cual no dudó en traicionar a su propio país, Francia, y dejar que las tropas alemanas entraran en tierras galas como Pedro por su casa.

Hoy día, Alemania ha vuelto a declarar la guerra a Europa. La excusa la sabemos todos... Somos unos cerdos derrochadores que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Los bancos alemanes se han forrado a costa de los países del sur, y cuando el timo ha estallado toca pagar y, claro, los que van a pagar son los que ellos consideran inferiores: italianos, irlandeses, griegos, españoles... Gentes de piel tostada y vida alocada.

Para ello la señora Merkel, la adalid de esta nueva guerra, ha contado con nuevos y entusiastas colaboradores. En España, el heredero del infausto Mariscal Petain no es otro que un gallego de voz distraída, que no duda en hacer la vida más difícil a todos sus compatriotas con tal de quedar bien con su adorada dominatrix.

El señor Mariano Rajoy, el mismo que dijo aquello de los hilillos de plastilina, nos ha vendido a sus amos teutones. Como un buen trilero, ha recurrido a nuestro sempiterno complejo de inferioridad para hacernos ver que somos unos irresponsables, unos derrochadores y unos vividores que preferimos tomar cervecitas al sol que trabajar como Dios manda.

¿Y qué hemos hecho nosotros? Le hemos creído. El divide y vencerás ha triunfado, y ahora el españolito de a pie mira con recelo a cualquiera que no trabaje más de 10 horas a cambio de 800 euros. Nos ha convencido de que somos perezosos, que los funcionarios no dan golpe, que los artistas son unos subvencionados y que nuestra productividad es de risa.

El nuevo Mariscal Petain desoye nuestras súplicas, y con falso paternalismo nos dice que cada una de las putadas que nos decreta son solo por nuestro bien.

Mientras tanto, aquellos que nos desprecian siguen forrándose. La historia de la humanidad siempre ha sido la de unos pocos que viven como dioses y el resto que subsiste con lo justo y necesario. Durante 30 o 40 años Europa cambió ese milenario estado de cosas por otro en la que la mayoría de sus ciudadanos tenían una vida muy digna, y donde, a simple vista, era imposible distinguir al millonario del simple obrero. Para los ricos esa situación era absolutamente intolerable, y han puesto todo su talento en retornar al estado natural de las cosas... Los pobres, pobres, y los ricos muy ricos, ¡faltaría más!

Los países del sur siempre hemos tocado los cojones a los europeos del norte. Que unos tipos bajitos y alegres tengan sol, agricultura, cultura, talento y un sinfín de cosas más no sienta nada bien a aquellos que nos miran por encima de su blanquecino hombro. Cualquiera que viaje por esos países supuestamente ricos, verá que nada hay en ellos que sea envidiable. En cuanto a lo de que trabajan más... Ningún españolito verá jamás un comercio abierto pasadas las 5 de la tarde en Alemania, Bélgica u Holanda... Sólo hay que comparar los horarios que tienen los empleados de este bendito país de supuestos flojos, donde nuestros empresarios nos obligan a trabajar de 8 a 14:00 y de 15:00 a 20:00.

Así que, con esa mezcla de racismo y desprecio que siempre han tenido por los del sur, los simpáticos alemanes han decidido aguarnos la fiesta, y de paso salvar a sus jueguetones bancos. La tarea les sería muy complicada si no fuera por los Mariscales Petain que han puesto al frente de los países que quieren joder; pero como son listos lo han conseguido... Y en esas estamos.

¿Ganarán esta vez la guerra? Puede que sí o puede que no, el tiempo lo dirá. Lo que sí está fuera de toda duda es que, dentro de varias décadas, al señor Rajoy se le recordará como un traidor, un auténtico hijo de Petain.

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